La Exposición didáctica

Nuez Moscada. Pintado por P. Turpin. Grabado por J. Lambert. En "Flore Medicale", Paris 1829
Vainilla. Pintado por P. Turpin. Grabado por Corsi. En "Dizionario delle scienze naturali", Firenze, 1847.

Madrás, Java, Sumatra, Las Molucas, China, India, Ceylán,...: estos nombres son una invitación al viaje, a la evasión más allá de los mares. Para nosotros los occidentales estas lejanas regiones del mundo están estrechamente unidas a aquellos preciosos productos de la naturaleza que llamamos especias. Un tiempo evocaban imágenes de exotismo y de riqueza, de conquista y de poder. Al ser innaccesibles para nuestros antepasados, el deseo de poseerlas les empujó por las rutas de las grandes aventuras marinas.

Las especias significaron viajes, ciertamente, pero también poder, al ser mercancías raras, muy buscadas y costosas. Quien tenían en su mano una especia era un personaje envidiable. La importancia económica de éstas era enorme. Por eso la historia del mercado de las especias está hecha de guerras y epopeyas, de búsquedas y experimentos.

Canela. Pintado por P. Turpin. Grabado por J. Lambert. En "Flore Medicale", Paris 1829
Pimienta negra. Pintado por P. Turpin. Grabado por J. Lambert. En "Flore Medicale", Paris 1829

La afición de los occidentales por las especias y sustancias aromáticas, fue un fuerte ímpetu para las exploraciones de rutas marítimas que condujeran a los paises de Oriente, donde crecían estas plantas.

Durante muchos siglos las gentes del Medio Oriente eran los intermediarios de este comercio, entre Oriente y Occidente. A lo largo de la ruta - bien fuese marítima, bien fuese terrestre -, se cargaba a las mercancías con tasas, derechos y peaje. Cuando las especias llegaban a Europa su precio era cien veces más alto que el precio original.

Entre estos codiciados productos encontramos: pimienta, canela, clavo, jengibre, nuez moscada, vainilla, etc.