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Piezas selectas del Museo Oriental


Plato del Dios del Viento

Colección de Japón
Sala 16
Esmalte
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Fujin, dios del viento. Esmalte "cloisonné". Periodo Meiji, Siglo XIX.

Los esmaltes

En Japón la palabra “shippo” es utilizada para indicar todos los tipos de esmalte: el “cloisonné” (que se hace con tabicado); el “champlevé” (los huecos se realizan o bien en el momento del fundir, o bien con martillo); aquel que no utiliza alambre , conocido como “musen-jippo” y aquel transparente o “shotai-jippo”.

Este término “shippo” es la contracción de dos palabras “shichi” , que significa siete, y “h’o” que significa tesoros. Se le dio este nombre porque su exquisita belleza daba la impresión que había sido realizado con los siete elementos preciosos: oro, plata, esmeralda, coral, ágata, cristal y perlas.

Jiro Harada nos explica en un artículo el proceso de realización de un esmalte “cloisonné” en Japón: “para preparar la base se toma una plancha de cobre y, con martillo, se le va dando la forma deseada. Sobre esta base –utilizando un pincel con tinta india–, se traza el diseño que previamente ha sido pintado por un artista sobre un papel o sobre seda. Posteriormente, con gran cuidado, sobre las líneas del diseño se van colocando finas alambres o hilos de oro, plata o cobre, para realizar las celdillas. Los estrechos hilos metálicos son cortados en secciones de varias dimensiones y doblados según las formas deseadas, para que coincidan exactamente con las líneas del diseño. En aquellas obras que se hacen con más cuidado estas alambres no son solamente dobladas, sino también golpeadas con un martillo para obtener diversos tipos de grosor de las líneas. Para pegar estos hilos metálicos a la base se utiliza una cola vegetal obtenida de la raíz de especies de orquídeas. Posteriormente se cribaba sobre el trabajo esmaltado un polvo fino de limaduras de soldar y se ponía a calentar suavemente, asegurando de este modo las alambres a la base.

Después se rellenan las celdillas con pasta de esmalte de distintos colores, sirviéndose de una caña de bambú. Debido a que no todos los esmaltes se funden a la misma temperatura, es necesario cocerlo varias veces, hasta que se obtiene el efecto deseado. Finalmente la superficie se pule con piedras de diferentes grados de tosquedad; después con carbón en polvo; y para terminar con amoniaco mezclado con aceite de colza.

A principios de la época Meiji (1868-1911) los p e rfeccionamientos técnicos fueron asesorados por los experimentos del químico alemán Guttfried Wagner. Estos incluían el desarrollo de esmaltes más brillantes, que podían ser pulidos más intensamente, y tenían una mejor adherencia entre el esmalte y el metal de base, lo que permitía grandes áreas de color ininterrumpido y gran libertad en el diseño.

Desde el principio del periodo Meiji el esmalte fue, predominantemente, una artesanía orientada a la exportación. Las técnicas de esmalte progresaron en Japón hasta 1894. A partir de esa fecha se considera que comenzó la decadencia.

 
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